Después de tantas vistas
te pierdo,
por el alfeizar de la ventana
huyes.
De entre los visillos tu risa se asoma.
Y se pierde escondida cuando la atención se supone.
El viento inmaculado eriza los vellos
de mi brazos apretados
que niegan la sangre que los sumerge.
Porque te vas sin aviso,
porque sigues huyendo luego de ida.
Lo días se aletargan en una felicidad enfrascada de la que siento orgullo
en este mundo mio
donde en mis propias reglas
no hay espacio para lo equivoco,
porque nada lo es.
Ni siquiera tu desaparición,
aunque la desprecio.
El amor de esta manera
no perece después del cuerpo.
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